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«COMPLEMENTA2» Sala Adolfo Dominguez – Zaragoza

actualidad, exposición individuales

 «COMPLEMENTA2» Sala Adolfo Dominguez, E.C.A.D.– Zaragoza.

Probablemente casi un centenar de personas han venido esta noche para compartir la exposición de Miguel Sanza y acompañarnos. Personalidades de la cultura, fotógrafos, poetas y un numeroso grupo de artistas. Coleccionistas; profesores y arqueólogos, el reportero del Pollo Urbano y tantos otros.

La opinión de los corros en torno a un aperitivo, demostraba que la obra de Sanza estaba siendo muy bien apreciada. La singularidad de su mensaje permite al artista desdoblar ante el espectador los planos y los volúmenes en un, según los modernos términos, maridaje de formas y color.

Cuando Miguel Sanza, (Riaza, Segovia, 1959), se dispone a crear ante un lienzo o una escultura, no sabe muy bien el resultado final, aunque a la vista de sus pinturas o volúmenes esto que digo no parece tener sentido. Demos a la intuición el protagonismo que en el trabajo de Sanza necesita de explicarse, pues de otro modo perderíamos la perspectiva real de sus creaciones. Intuición y sentido de la reflexión, en las dosis justas para ser impulso hacedor de formas que se sospechan al confirmar su identidad con nuestros sentidos, ignorantes de las causas, pero no de la causalidad.

Fiel a su formación de creativo multidisciplinar, el diseño se cuela en la concepción del cuadro, de la pieza en madera o piedra, tal vez hierro. Un diseñador utiliza los recursos de la técnica y un artista como Miguel rechaza auto limitarse lanzándose a la búsqueda de materiales insospechadamente útiles con los que forma sus sueños, sin siluetas definidas pero contundentes en su proyección final. Utiliza arenas, de río, de mar, de desiertos lejanos (tiene amigos a los que pedirlas). Usa filamentos vegetales secos, fibras de palmas, telas de arpillera, tótems de buena suerte que mutila en las plantas domésticas, hilos enmarañados, pequeñas piedras. Su pintura da rienda suelta al collage.

Con el lienzo en plano horizontal, dispone el altar para la ceremonia. Con paciencia reparte oraciones aquí y allá. No razona, esparce. Pero en sus manos hay sortilegios invisibles porque, ¡Oh, voilà! De la tela surge la figura: bailarina etérea, silueta púber en desnudo glorioso, cabezas, monstruos, fondos marinos, péndulos. Universos que tenía guardados en la manga, como el tahúr que siempre espera tener suerte. Con el collage apenas presentido utiliza el color, casi siempre pastel, con una luz directa a la mirada. Con los fugaces filamentos o sustancias recicladas, el blanco predomina en conjunción con las sombras de arenisca dejando al motivo ser el único protagonista pues torna la expresión en figuración onírica o dicho de otra manera, convierte al elemento en argumento.

  1. Mateo Otto

comisario

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